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Líderes

19/02/2013

Leader Speaker: dícese del representante de un Gobierno al que el resto de representantes del resto de los Gobiernos le preguntan por qué va tan mal lo suyo y si lo suyo puede afectar a lo de todos. Bueno, bien, la definición no es muy exacta. Pero puede valer. Más o menos es lo que vino a explicar el ministro de Economía y Competitividad español, Luis de Guindos, al relatar lo sucedido el pasado fin de semana en la reunión de los países más desarrollados del mundo (G-20) en Moscú (Rusia).

De Guindos aseguró, contento, que en esta ocasión, y a diferencia de lo que venía siendo habitual en su papel de ministro español, no había tenido que asumir el papel de «leader speaker». Había dejado de ser el probador, sparring o saco de golpes, para las preocupaciones de los países más ricos del mundo. De esa circunstancia, De Guindos deduce que España está mucho mejor. Ya no le preguntan a cada paso por qué España se ha hundido. Y como no le preguntan, De Guindos concluye que no se ha hundido.images (4)

Pero las deducciones del ministro De Guindos son un poco apresuradas. Uno puede ser leader speaker un día, dejar de serlo al siguiente y recuperar el puesto rápidamente. Basta con que los mercados enarquen la ceja. Porque los restos del hundimiento que tantos puestos de leader speaker nos ha proporcionado en las cumbres internacionales, están ahí, a la vista. Se puede mirar hacia otro lado, incluso se puede disfrutar viendo cómo otro speaker ocupa tu lugar, pero como en el cuento de Monterroso, el dinosaurio sigue ahí. ¿Qué dinosaurio? Seis millones de parados, un mercado laboral que no funciona, banca con respiración asistida, confianza empresarial por los suelos, la demanda interna deprimida, conflictividad laboral al alza y corrupción rampante. Lo que se necesita de verdad son líderes con más ideas que pico. Con urgencia.

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